Comentario
Aunque es del siglo XVI del que arranca el impulso constructor de catedrales, con posterioridad a esta centuria las obras continuaron ya fuera para concluirlas o para desarrollar obras nuevas de embellecimiento con la consiguiente diversidad estilística como es el caso de las portadas de la fachada principal de la catedral de México, en las que se aprecian soluciones manieristas que contrastan con el barroquismo en las del crucero. En la catedral de Puebla, por ejemplo, se realizó la cúpula proyectada por Diego García Ferrer. Con todo, si se compara con la actividad desarrollada durante el siglo anterior durante el XVII se aprecia un descenso en la actividad y en el volumen de obra realizado, aunque tampoco fue del todo extraña la construcción de nuevas catedrales. En 1669 Martín de Andújar comenzaba la construcción de la tercera catedral de la Antigua, Guatemala, que se inauguraría en 1680. Durante el siglo XVIII, al tiempo que se concluyen las obras de numerosas catedrales como algunas de las citadas se realizaban otras como la de Chihuahua, construida en la segunda mitad del siglo XVIII.La consagración de las tipologías arquitectónicas desarrolladas en las catedrales del siglo XVI y su empleo en los siglos siguientes determinó que se produjese una intensa unidad en lo estructural y que las novedades principales que aparecen en este proceso constructivo tardío se centren fundamentalmente en aspectos decorativos, en la construcción de retablos o en la realización de otros aspectos indisolublemente unidas a la catedral como las sillerías de coro. La presencia de otros modelos catedralicios como la catedral de Salvador (Bahia) en Brasil, comenzada en 1604 sobre proyecto de fray Francisco Dias y concluida en 1672, muestra unas soluciones de clara ascendencia vignolesca debido a que no fue pensada como catedral sino como iglesia de la Compañía de Jesús.El respeto y el mantenimiento de los modelos del siglo XVI no se quebró en el siglo XVIII. En la catedral de Zacatecas los pilares, con medidas columnas dóricas, siguen literalmente modelos del siglo XVI. Y lo mismo hallamos en la catedral de León (Nicaragua), realizada por el arquitecto Diego de Porres que firmaba un plano en 1767, y en la que siguen modelos de Lima y Cuzco. Sin embargo, la actividad constructiva en torno a las catedrales americanas durante el siglo XVIII dista mucho de ser un proceso lineal movido por un efecto de simple inercia. En determinados casos experimenta diversos planteamientos renovadores a través de los cuales nuevamente el proceso catedralicio hispánico y americano se desenvuelven de forma paralela. Nuevos modelos para suplantar a los antiguos se produjeron en algunas realizaciones, como en la catedral de La Habana, antigua iglesia de los jesuitas, cuya fachada es una síntesis de las de Guadix y Cádiz, analogía que puede ponerse en relación con la presencia de ingenieros militares como Silvestre Abarca, que llega a Cuba en 1763, y, sobre todo, del arquitecto Pedro de Medina que había trabajado durante mucho tiempo en las fortificaciones de Cádiz.Junto a estas novedades que trazan un desarrollo paralelo con la arquitectura catedralicia hispánica del siglo XVIII se producen otras de características singulares y premonitorias. La catedral de Córdoba, Argentina, se construyó tras el derrumbe, en 1677, de la del siglo XVI. Su cimborrio, construido a mediados del siglo XVIII por fray Vicente Muñoz presenta una estructura que se ofrece como una recuperación o un revival de soluciones medievales, concretamente románicas, como las desarrolladas en los edificios españoles del llamado Grupo del Duero tales como los de las catedrales de Zamora, Salamanca y colegiata de Toro.